martes, 7 de mayo de 2013

Informacion Importante pre viernes de peda

Posted on 18:11 by Anónimo

Raza, ya se pueden comprar un higado, para despues del viernes de peda!!
les dejo la nota


El hígado chino de Óscar

Es uno de los pocos españoles que, desahuciados, han viajado a Pekín para 'comprar' un trasplante. De vuelta en Bilbao, las cosas fueron mal y consiguió entrar en lista de espera. Ahora, con su tercer hígado, al fin empieza a ver la luz 



Hasta que se dio cuenta de que algo iba realmente mal, el primer hígado de Óscar, que hoy con 55 años puede contarlo, sufrió demasiado. A los 17 le diagnosticaron una hepatitis, pero aún no se conocía la que a él le estaba robando la salud sin darle guerra (la del tipo C), así que convivía con ella sin prestarle atención, como una pareja a la que se le acabó el amor. Era un joven lo que se dice afortunado: gracias a los tres chiringuitos que regentaba en Vizcaya no le faltaba el dinero, aunque, como muchos hosteleros saben, ocuparse del negocio le llevara a caminar por el lado salvaje de la vida; alternaba, vivía a tope la noche. Y tenía a alguien a quien querer, Teresa Gorgolas, una mujer maravillosa que disfrutaba de su simpatía y aguantaba su vena cascarrabias.
Con 50 años -siempre había sido delgado-, su vientre empezó a crecer de pronto. Será una barriga cervecera, se dijo. Pero corriendo detrás del perro, aquello se movía de un modo raro, bamboleándose, como si estuviera lleno de líquido. A los dos días fue al médico. Así empezaron las pruebas que el 15 de septiembre de 2008 culminaron en un duro diagnóstico: «le quedan seis meses de vida», le soltó el especialista. Y no había posibilidad de un trasplante a la vista de la evolución del tumor. Gracias a su forma de ser se lo tomó con filosofía, como si fuese a la muerte de otro -que cantaban Ilegales-, y lo celebró con unos gintonics que, por los meses de abstinencia, le sentaron fatal.
Ese año se habló mucho del bilbaíno Óscar Garay. Es uno de los pocos españoles que, desahuciados y sin posibilidad de optar en España a un trasplante por la gravedad de su enfermedad, han viajado a China para 'comprar' un hígado, una práctica legal allí. Entre ellos hay un médico, también vasco. El caso abrió el debate sobre el llamado 'turismo de trasplantes', algo que molesta bastante a Óscar y a Teresa. «Esto no era una opción, era una obligación», defiende él. Gracias a sus contactos y al crédito de 130.000 euros que pidió su madre, consiguieron que un alto cargo del Ministerio de Sanidad chino les consiguiera una operación de urgencia. Así que el 20 de noviembre aterrizaban en el país asiático después de casarse apresuradamente. «Pensé que si no era su mujer quizá tuviera problemas a la hora de repatriar el cadáver».
Con este panorama, el 11 de diciembre, Óscar, sentenciado a muerte, recibía un hígado, probablemente de alguien que, como él, no podía mirar al futuro. Porque casi con toda seguridad se trataba de un preso ajusticiado. Aquel año, al menos el 65% de los órganos trasplantados en China procedían de reos ejecutados. Que la pena de muerte esté vigente favorece la llegada de enfermos occidentales que buscan la última oportunidad, gracias a estos reclusos a los que nadie pregunta si desean donar.
El segundo hígado
Óscar y Teresa ni se lo pensaron. No hubo cuestionamientos morales -«bueno, solo durante cinco minutos»-, ni por el hecho de pagar por un órgano ni porque éste procediera de una 'víctima' de la pena de muerte. ¿Quién no hubiera hecho lo mismo? «Pero sí nos sentimos juzgados -explica ella-. Por los amigos no, pero empecé a leer comentarios por Internet y tuve que dejar de hacerlo. Ahora, me parece hipócrita que haya países que critiquen a China por la pena de muerte y luego mantengan relaciones comerciales». Óscar, mucho más pragmático, no le dio más vueltas: «Lo hice como lo hubiera hecho cualquiera. Fui a un hospital como los de aquí, pagué lo que me pidieron de forma legal y oficial. Otra cosa sucede con otros países, donde pides un hígado a un tipo y en dos días se presenta con él. Pero ese hombre estaba muerto. Sí o sí. Y yo estoy vivo».
Incluso Rafael Matesanz, el director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), era capaz de ponerse en su lugar. Así habló entonces sobre este caso: «Hay que entender, aunque no se comparta, que una persona a la desesperada haga esto. Es un reflejo universal. Pero, al mismo tiempo, la ONT está muy volcada en luchar contra el turismo de trasplantes. Ni médica ni éticamente comparto esta práctica».
Como la película, pasaron 55 días en Pekín, dos meses terribles y no solo por la incertidumbre de lo que pasaría con Óscar. Para empezar, las costumbres en los hospitales son algo diferentes: «Cada uno tiene que cocinar su propia comida, imagínate, con toda la gente que hay allí. Y de la limpieza... apenas pasaban un paño de papel por la mesilla». La relación con los chinos tampoco era fácil. «Solo me relacionaba con unos egipcios que estaban allí por lo mismo», relata Teresa. Lo más surrealista, sin embargo, llegó justo antes de la operación: «Nos pidieron 10.000 dólares más, pero es así, nos sacaron todo lo que pudieron. Yo me iba dando cuenta y les decía que el dinero nos lo estaban dejando unos amigos, que no teníamos más», recapitula Teresa, que tuvo que empezar a tomar medicamentos psiquiátricos para poder sobrellevar todo aquello.
Tercero y cáncer de mama
Finalmente, llegó el día de volver a España. Pero las cosas estaban lejos de mejorar. Pidieron cita en el hospital de Cruces (Barakaldo) para seguir tratándose. «Hay que decir que el recibimiento fue muy bueno, incluso nos decían 'tú eres el que se ha ido a China, ¿verdad?'. Pero me encontraba fatal por una estenosis de las vías biliares y empecé a ingresar cada 15 días. Adelgacé muchísimo, un día estaba con pancreatitis, otro con yo qué sé... Nada funcionaba bien y se empezó a liar el asunto. Puede que fuera por rechazo, por mi propio cuerpo o por mala praxis, pero necesitaba otro hígado».
Las pruebas confirmaron que ahora sí era candidato a recibir un nuevo órgano y entró en lista de espera. De nuevo en la cuerda floja. «Tumbado en el quirófano escuché decir a un médico que no tenía solución». Pasó tres años muy duros, viviendo con un tubo por donde drenaba la bilis y que le ha dejado como recuerdo un agujero como de piercing, permanentemente abierto. Hasta que el 13 de abril de 2011 le llamaron del hospital; esa misma noche salía de la mesa de operaciones con un órgano nuevo y un pronóstico esperanzador.
Poco a poco fue mejorando, hasta que en mayo del año pasado le dijeron que podía empezar con el tratamiento para erradicar la hepatitis C, que sigue latente. «Un tratamiento jodido -explica Óscar-, porque te sientes como si tuvieras permanentemente gripe y, además, como tenía pocas defensas me tienen que dar EPO, que te pone de un humor de perros». «Y que él de por sí tampoco es un melocotón en almíbar», bromea Teresa, a la que la mala suerte le tenía reservada una nueva sorpresa en forma de cáncer de mama. «Me dije 'no puede ser'. Ahora esto. Lo pasé fatal, aunque creo que por haber vivido todo lo de Óscar no me dio tiempo a estar pensando 'voy a morirme, voy a morirme'. Mi tumor era hasta hace unos años mortal, pero ahora está teniendo unos resultados estupendos». Él tampoco daba crédito: «Yo decía, 'venga ya, ahora esto no'».
Así han pasado este último año: ella ha perdido un pecho y el pelo por la quimioterapia, y él, con un genio de mil demonios por el tratamiento contra la hepatitis. En la actualidad, coincidiendo con la primavera, un tanto fría y lluviosa, eso sí, parece que la vida empieza a sonreírles. Aunque haya meses que casi no tengan para pagar la luz. «Por fin los brotes verdes... de mi cabeza. Ya era hora después de seis meses», escribió ella en octubre en su página de Facebook para acompañar un primer plano de su cuero cabelludo, donde empezaba a asomar con fuerza el pelo. «Hemos pasado de vivir como unos pijos a tener a veces lo justo -admite Teresa- pero yo, por ejemplo, creo que soy mejor persona. Y como pareja, pues nos pasamos todo el día discutiendo, pero hemos sobrevivido y llevamos ya más de 20 años juntos».
¿Por qué vuelve a contar Óscar en un periódico su experiencia? «Tenía muy claro cuando estaba viviendo todo aquello en China que quería que sirviera para ayudar a alguien en mi misma situación. Evidentemente, yo sé que no todo el mundo tiene las oportunidades que he tenido yo, ni el dinero ni los contactos, pero aquí estoy para ayudar». China afirmó hace unos meses que acabará en cinco años con los trasplantes con órganos de ejecutados, pero Óscar cree que aún es posible hacer el viaje. En este tiempo han recibido la llamada de dos personas para informarse. «Se lo pensaron demasiado y cuando quisieron ir ya no les dio tiempo». A él sí. Al final tenían razón los chinos que en el hospital le rebautizaron como 'Señor caballo con una larga vida'.

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martes, 7 de mayo de 2013

Informacion Importante pre viernes de peda

Raza, ya se pueden comprar un higado, para despues del viernes de peda!!
les dejo la nota


El hígado chino de Óscar

Es uno de los pocos españoles que, desahuciados, han viajado a Pekín para 'comprar' un trasplante. De vuelta en Bilbao, las cosas fueron mal y consiguió entrar en lista de espera. Ahora, con su tercer hígado, al fin empieza a ver la luz 



Hasta que se dio cuenta de que algo iba realmente mal, el primer hígado de Óscar, que hoy con 55 años puede contarlo, sufrió demasiado. A los 17 le diagnosticaron una hepatitis, pero aún no se conocía la que a él le estaba robando la salud sin darle guerra (la del tipo C), así que convivía con ella sin prestarle atención, como una pareja a la que se le acabó el amor. Era un joven lo que se dice afortunado: gracias a los tres chiringuitos que regentaba en Vizcaya no le faltaba el dinero, aunque, como muchos hosteleros saben, ocuparse del negocio le llevara a caminar por el lado salvaje de la vida; alternaba, vivía a tope la noche. Y tenía a alguien a quien querer, Teresa Gorgolas, una mujer maravillosa que disfrutaba de su simpatía y aguantaba su vena cascarrabias.
Con 50 años -siempre había sido delgado-, su vientre empezó a crecer de pronto. Será una barriga cervecera, se dijo. Pero corriendo detrás del perro, aquello se movía de un modo raro, bamboleándose, como si estuviera lleno de líquido. A los dos días fue al médico. Así empezaron las pruebas que el 15 de septiembre de 2008 culminaron en un duro diagnóstico: «le quedan seis meses de vida», le soltó el especialista. Y no había posibilidad de un trasplante a la vista de la evolución del tumor. Gracias a su forma de ser se lo tomó con filosofía, como si fuese a la muerte de otro -que cantaban Ilegales-, y lo celebró con unos gintonics que, por los meses de abstinencia, le sentaron fatal.
Ese año se habló mucho del bilbaíno Óscar Garay. Es uno de los pocos españoles que, desahuciados y sin posibilidad de optar en España a un trasplante por la gravedad de su enfermedad, han viajado a China para 'comprar' un hígado, una práctica legal allí. Entre ellos hay un médico, también vasco. El caso abrió el debate sobre el llamado 'turismo de trasplantes', algo que molesta bastante a Óscar y a Teresa. «Esto no era una opción, era una obligación», defiende él. Gracias a sus contactos y al crédito de 130.000 euros que pidió su madre, consiguieron que un alto cargo del Ministerio de Sanidad chino les consiguiera una operación de urgencia. Así que el 20 de noviembre aterrizaban en el país asiático después de casarse apresuradamente. «Pensé que si no era su mujer quizá tuviera problemas a la hora de repatriar el cadáver».
Con este panorama, el 11 de diciembre, Óscar, sentenciado a muerte, recibía un hígado, probablemente de alguien que, como él, no podía mirar al futuro. Porque casi con toda seguridad se trataba de un preso ajusticiado. Aquel año, al menos el 65% de los órganos trasplantados en China procedían de reos ejecutados. Que la pena de muerte esté vigente favorece la llegada de enfermos occidentales que buscan la última oportunidad, gracias a estos reclusos a los que nadie pregunta si desean donar.
El segundo hígado
Óscar y Teresa ni se lo pensaron. No hubo cuestionamientos morales -«bueno, solo durante cinco minutos»-, ni por el hecho de pagar por un órgano ni porque éste procediera de una 'víctima' de la pena de muerte. ¿Quién no hubiera hecho lo mismo? «Pero sí nos sentimos juzgados -explica ella-. Por los amigos no, pero empecé a leer comentarios por Internet y tuve que dejar de hacerlo. Ahora, me parece hipócrita que haya países que critiquen a China por la pena de muerte y luego mantengan relaciones comerciales». Óscar, mucho más pragmático, no le dio más vueltas: «Lo hice como lo hubiera hecho cualquiera. Fui a un hospital como los de aquí, pagué lo que me pidieron de forma legal y oficial. Otra cosa sucede con otros países, donde pides un hígado a un tipo y en dos días se presenta con él. Pero ese hombre estaba muerto. Sí o sí. Y yo estoy vivo».
Incluso Rafael Matesanz, el director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), era capaz de ponerse en su lugar. Así habló entonces sobre este caso: «Hay que entender, aunque no se comparta, que una persona a la desesperada haga esto. Es un reflejo universal. Pero, al mismo tiempo, la ONT está muy volcada en luchar contra el turismo de trasplantes. Ni médica ni éticamente comparto esta práctica».
Como la película, pasaron 55 días en Pekín, dos meses terribles y no solo por la incertidumbre de lo que pasaría con Óscar. Para empezar, las costumbres en los hospitales son algo diferentes: «Cada uno tiene que cocinar su propia comida, imagínate, con toda la gente que hay allí. Y de la limpieza... apenas pasaban un paño de papel por la mesilla». La relación con los chinos tampoco era fácil. «Solo me relacionaba con unos egipcios que estaban allí por lo mismo», relata Teresa. Lo más surrealista, sin embargo, llegó justo antes de la operación: «Nos pidieron 10.000 dólares más, pero es así, nos sacaron todo lo que pudieron. Yo me iba dando cuenta y les decía que el dinero nos lo estaban dejando unos amigos, que no teníamos más», recapitula Teresa, que tuvo que empezar a tomar medicamentos psiquiátricos para poder sobrellevar todo aquello.
Tercero y cáncer de mama
Finalmente, llegó el día de volver a España. Pero las cosas estaban lejos de mejorar. Pidieron cita en el hospital de Cruces (Barakaldo) para seguir tratándose. «Hay que decir que el recibimiento fue muy bueno, incluso nos decían 'tú eres el que se ha ido a China, ¿verdad?'. Pero me encontraba fatal por una estenosis de las vías biliares y empecé a ingresar cada 15 días. Adelgacé muchísimo, un día estaba con pancreatitis, otro con yo qué sé... Nada funcionaba bien y se empezó a liar el asunto. Puede que fuera por rechazo, por mi propio cuerpo o por mala praxis, pero necesitaba otro hígado».
Las pruebas confirmaron que ahora sí era candidato a recibir un nuevo órgano y entró en lista de espera. De nuevo en la cuerda floja. «Tumbado en el quirófano escuché decir a un médico que no tenía solución». Pasó tres años muy duros, viviendo con un tubo por donde drenaba la bilis y que le ha dejado como recuerdo un agujero como de piercing, permanentemente abierto. Hasta que el 13 de abril de 2011 le llamaron del hospital; esa misma noche salía de la mesa de operaciones con un órgano nuevo y un pronóstico esperanzador.
Poco a poco fue mejorando, hasta que en mayo del año pasado le dijeron que podía empezar con el tratamiento para erradicar la hepatitis C, que sigue latente. «Un tratamiento jodido -explica Óscar-, porque te sientes como si tuvieras permanentemente gripe y, además, como tenía pocas defensas me tienen que dar EPO, que te pone de un humor de perros». «Y que él de por sí tampoco es un melocotón en almíbar», bromea Teresa, a la que la mala suerte le tenía reservada una nueva sorpresa en forma de cáncer de mama. «Me dije 'no puede ser'. Ahora esto. Lo pasé fatal, aunque creo que por haber vivido todo lo de Óscar no me dio tiempo a estar pensando 'voy a morirme, voy a morirme'. Mi tumor era hasta hace unos años mortal, pero ahora está teniendo unos resultados estupendos». Él tampoco daba crédito: «Yo decía, 'venga ya, ahora esto no'».
Así han pasado este último año: ella ha perdido un pecho y el pelo por la quimioterapia, y él, con un genio de mil demonios por el tratamiento contra la hepatitis. En la actualidad, coincidiendo con la primavera, un tanto fría y lluviosa, eso sí, parece que la vida empieza a sonreírles. Aunque haya meses que casi no tengan para pagar la luz. «Por fin los brotes verdes... de mi cabeza. Ya era hora después de seis meses», escribió ella en octubre en su página de Facebook para acompañar un primer plano de su cuero cabelludo, donde empezaba a asomar con fuerza el pelo. «Hemos pasado de vivir como unos pijos a tener a veces lo justo -admite Teresa- pero yo, por ejemplo, creo que soy mejor persona. Y como pareja, pues nos pasamos todo el día discutiendo, pero hemos sobrevivido y llevamos ya más de 20 años juntos».
¿Por qué vuelve a contar Óscar en un periódico su experiencia? «Tenía muy claro cuando estaba viviendo todo aquello en China que quería que sirviera para ayudar a alguien en mi misma situación. Evidentemente, yo sé que no todo el mundo tiene las oportunidades que he tenido yo, ni el dinero ni los contactos, pero aquí estoy para ayudar». China afirmó hace unos meses que acabará en cinco años con los trasplantes con órganos de ejecutados, pero Óscar cree que aún es posible hacer el viaje. En este tiempo han recibido la llamada de dos personas para informarse. «Se lo pensaron demasiado y cuando quisieron ir ya no les dio tiempo». A él sí. Al final tenían razón los chinos que en el hospital le rebautizaron como 'Señor caballo con una larga vida'.

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